Nontiscordardimé / Forget-me-not

¿Qué papel puede seguir desempeñando una imagen? En una época en la que encontramos más imágenes antes del mediodía de las que una persona del siglo XIX veía en toda su vida, ¿sigue teniendo la imagen algún significado? ¿Puede aún cargar con el peso de la transformación, de la revelación?

Francisco Macfarlane y Francesco Pennacchio exploran estas preguntas desde dos perspectivas distintas, utilizando la creación de imágenes para confrontar la ausencia y evocar el renacimiento. Macfarlane enfrenta la fragilidad de la condición humana en una era definida por la hiperconectividad, donde el significado a menudo se ahoga en un mar de momentos efímeros. Pennacchio, en contraste, reconstruye recuerdos fragmentados de su madre, quien le fue arrebatada en su infancia, llenando el vacío con resonancias de su presencia.

Ambos artistas están impulsados por rupturas: fisuras en la identidad, la memoria y el sentido de pertenencia. Para Macfarlane, la ausencia emerge como una crisis de conexión humana en la era digital; para Pennacchio, es una presencia-ausencia inquietante que exige ser reconstruida. Sin embargo, a través de sus exploraciones individuales, llegan a una comprensión compartida: la imagen no es simplemente un documento o artefacto. Es un receptáculo, capaz de contener el duelo, convocar el recuerdo y dar lugar a algo nuevo.

Aquí, las obras de los dos artistas entablan un diálogo. Macfarlane investiga los comportamientos sociales, empleando técnicas fotográficas alternativas para abordar temas como nuestra relación con la tecnología y la sanación personal. Desde una perspectiva más figurativa, Pennacchio intenta reconstruir la memoria y afrontar el duelo infantil a través de fotografías de archivo, polaroids y fotografía analógica.

En sus manos, la imagen se convierte en un espacio de sanación, un lugar donde se reconoce la ausencia y se hace posible el renacimiento. A veces, sus imágenes trascienden los límites del espacio y el tiempo, colapsando la distancia entre lo que fue, lo que es y lo que podría haber sido. Nos invitan a navegar la memoria y la presencia como dimensiones fluidas e interconectadas, y nos desafían a redescubrir la imagen como una fuente de transformación en un mundo saturado de ruido visual.

En la sala principal de la exposición, los dos artistas, Macfarlane y Pennacchio, entablan un diálogo a través de sus prácticas.

Los Plantogramas de Macfarlane. El artista simplifica los procesos fotográficos tradicionales para crear "plantogramas," capturando la esencia del mundo natural. Utilizando esta técnica, las texturas, formas y detalles intrincados de las plantas se imprimen directamente sobre el papel. Este proceso fomenta una conexión directa e íntima con la naturaleza, involucrando la observación, recolección e interacción con las plantas que emergen a su alrededor. Estas plantas, como narradoras, dejan sus huellas, encarnando tanto la fragilidad como la resiliencia del tiempo.

Memorias Fragmentadas de Pennacchio. El Artista yuxtapone los ciclos de renovación de la naturaleza con los recuerdos fragmentados y rotos de su familia. Los marcos de su archivo familiar, junto con sus polaroids, se convierten en metáforas: bloques de construcción en su reconstrucción de memorias perdidas. Su trabajo representa un intento de entablar conversaciones que nunca se tuvieron, conectando el pasado y el presente. A través de este diálogo entre imágenes nuevas y de archivo, sugiere que la memoria no es fija; está viva, cambiando y evolucionando a medida que la cuidamos.

Una metáfora conmovedora en el trabajo de Pennacchio es la enredadera de jazmín que su madre, Emanuela, plantó y cuidó. El jazmín continúa floreciendo cada año, un testimonio vivo de su presencia. A través de estas exploraciones artísticas, el jardín, como la memoria, se convierte en un espacio donde se confronta la ausencia y se hace posible la renovación.

Duración: 7 de febrero al 9 de marzo.

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