En cualquier momento dado, la posición del hombre está definida por todo lo que hace. Esta posición está determinada por su naturaleza biológica y por su participación en una cultura determinada. Esto está completamente al margen de su satisfacción personal, que se basa en la expresión exitosa de su patrón emocional. Esta expresión será fructífera si lleva consigo un significado "objetivo" para todas las personas. De esto depende su contribución al desarrollo de la cultura. Cuanto más se acerque a los estándares que actualizan esa cualidad objetiva, mayor será su contribución. La existencia emocional del individuo fluye aquí hacia la continuidad histórica; lo actual y momentáneo se trasciende en la estructura permanente de la civilización. En la educación artística actual, nos esforzamos por alcanzar esos fundamentos biológicos atemporales de la expresión que son significativos para todos. Este es el primer paso hacia la producción creativa antes de que se pueda introducir el significado de cualquier cultura (los valores de un desarrollo histórico). Por lo tanto, no nos interesa de inmediato la calidad personal de la expresión que generalmente se llama "arte", sino sus elementos primordiales y básicos, el ABC de la propia expresión. Esto no significa que el "arte" sea dejado de lado, ni que se cuestionen los valores dentro de su dominio. Por el contrario, son precisamente estos valores los que están firmemente anclados en lo biológico. Aun así, para la mayoría de las personas, este hecho se ve oscurecido por la tendencia a considerar el arte como algo único y completamente individualista. Observamos el arte debido a sus raíces básicas y comunes que impregnan la vida. Intentaremos aclararlas, al menos en sus puntos esenciales, sin preocuparnos demasiado si a veces debemos hacer un desvío para acercarnos al centro del problema, es decir, articular los medios de expresión. Desde allí podremos proceder a su interpretación individual.