La práctica cotidiana de la fotografía por millones de fotógrafos aficionados -las instantáneas familiares, las estampas de las vacaciones, los retratos de boda- puede parecer una actividad espontánea y muy personal. Pero Bourdieu y sus colaboradores demuestran que pocas actividades culturales son más estructuradas y sistemáticas que los usos sociales de este arte ordinario. Este perspicaz y amplio análisis de la práctica fotográfica pone de manifiesto la lógica implícita en este ámbito cultural. Las normas que definen las ocasiones y los objetos de la fotografía sirven para mostrar las funciones socialmente diferenciadas de la imagen y el acto fotográficos, así como las actitudes hacia ellos. Para algunos grupos sociales, la fotografía es ante todo un medio de preservar el presente y reproducir los momentos eufóricos de la celebración colectiva, mientras que para otros grupos es la ocasión de un juicio estético, en el que se dota a las fotos de la dignidad de obras de arte.